viernes, 7 de noviembre de 2008

"Roba plena de llàgrimes"




Heridas del alma
Retrospectiva 1991-2006  en el Casal Solleric de Palma


Un negro dramático, casi mortuorio, domina el paisaje de la exposición de Teresa Matas en el Casal Solleric. Intensa, por momentos dura y muy sentida. Recorriendo ese particular rito de paso que es para ella la creación artística. Desvelando sin ambages una intimidad individual que se hace, por vocación, colectiva. Así ha concebido la artista esa mirada retrospectiva en la que ella misma y todas las mujeres cuya memoria fluye por la muestra, se confunden hasta adoptar una única identidad.

Posiblemente no lo había previsto de antemano, pero el paso del tiempo ha ido ampliando el espectro natural de la obra de Matas, ya desde sus inicios marcada por la inquietud de su conciencia feminista, hasta abrigar una profunda reflexión que se cierne sobre la condición femenina, así como sobre la exclusión y la violencia de género. Desde el centro simbólico del entorno doméstico, discurre ese arco conceptual que iría extendiéndose paulatinamente más allá de sus límites geográficos, sociales y culturales. De ese mundo genuinamente privado y de sus pequeñas cosas (tapetes, jarras, vestidos, mantas, manteles, sábanas) proceden todos los materiales y los elementos simbólicos con los que empieza ese itinerario personal que va desde la descripción dramatizada y la interrogación a la denuncia.

Los autorretratos de la artista vomitando trazos negros sobre el espacio visible que se halla a nuestros pies y esos primeros trabajos centrados en actividades propias del universo femenino tradicional –como coser y bordar, o rezar - inician el recorrido expositivo que llega a esa sala final en la que se levanta un claustrofóbico laberinto de telas-manta-pintura cosidas a mano y bordadas con frases extraídas de fuentes tan diversas como poemarios, revistas y periódicos, junto con los nombres o las historias de muchas mujeres anónimas rescatadas del olvido. Culmina aquí ese poema visual que rinde homenaje a todas esas mujeres y niñas violadas, torturadas o muertas, y toda la secuencia de textos escritos a mano en las paredes de las salas con los que se consuma ese deambular a lo más profundo del alma femenina.

Ser la voz y la imagen de todas esas mujeres anónimas, asumir su identidad y mostrar las heridas de su cuerpo y su alma. He ahí el proyecto artístico al que quiso dar forma Teresa Matas desde que instaló su estudio entre los muros de un antiguo convento. Fue allí donde empezó a elaborar esas imágenes cruzadas por frases hechas y pensamientos personales que desvelaban la importancia de ese “adentro” íntimo en el que se acumulan, silenciadas, tantas frustraciones. Fue en ese espacio impregnado aún de los ecos de las letanías y las oraciones, donde fue acumulando todos los objetos que acompasaron sus sucesivas series de obras, donde cosió a la medida de su cuerpo esos vestidos de telas hirientes, ásperas y gastadas, y concibió los vomitorios de cerámica o los altares dedicados a María.

Más tarde llegarían sus impresionantes esculturas de vestidos abombados que evocaban la violación de niñas, los vídeos –como ése que narra la dramática huida hacia adelante de una mujer acosada- las esculturas de acero y, sobre todo, esa ingente colección de obras realizadas con colchones, mantas, sábanas, cortinas, manteles... cuya memoria abrumadora y sofocante pone el punto y aparte a una reflexión definitivamente comprometida con la conciencia.

Pilar Ribal






































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